Advertencia: Esta entrada tiene imágenes que resulten impresionantes para algunas personas.
Para comenzar, muchas gracias por pasarse por mi humilde blog, aun cuando lo he tenido abandonado por ya varias semanas.
Ahora sí, vayamos al tema.
Siempre me dijeron que debemos cuidar nuestros ojos ¿cuántas veces no escuché a mi mamá decirme “¡Alba, no veas la tele tan cerca!” o “¡No te talles los ojos!”. Bueno, realmente no me di cuenta de la importancia de esas advertencias hasta que algo pasó. Desde hace tiempo noté que en uno de mis ojos persistía la sensación de algo que se hubiera metido, ya saben, alguna pelusa o pestaña, me volvía loca frente al espejo buscando dicho objeto sin éxito, como resultado del constante refriegue, me quedaba rojísimo. También noté que había una pequeña protuberancia, que estaba justo en el borde del iris y del cual salían venitas muy finas, pero muy rojas.
Claro, corrí con el especialista ¿el diagnóstico? Un pterigión en el ojo izquierdo, además de resequedad excesiva.
El pterigión es también conocido como “carnosidad ocular” se produce principalmente por una exposición prolongada a los rayos UV y también por una irritación constante generada principalmente por la resequedad. O sea, la resequedad hacía que me restregara los ojos, eso provocaba irritación, lo anterior más la poca o nula protección cuando salía al sol, me ocasionaron un molesto pterigón.
Afortunadamente no es muy grande ni muy pigmentado, así que no se nota realmente. Si no quiero que se haga más grande debo de usar tres o cuatro veces al día gotas medicadas y siempre que salga, un par de lentes oscuros que me brinden una buena protección contra los rayos UV.
Moraleja: El uso de lentes oscuros va mucho más allá de la vanidad y debe ser una costumbre que inculquemos a nuestros niños para evitarles muchos problemas.
Ahora sólo me queda seguir las indicaciones del médico, desempolvar mis lentes y, sobre todo, intentar que mi chiquita los use lo más posible.
¡Saludos desde este lado del monitor!
